Carlos (mi compañero de trabajo) siempre se fija en los perros y los árboles de las ciudades que visita para conocer el carácter de a gente. En su ecuación, X determina si la gente es amable y solidaria o individualistas y despreocupada. Afortunadamente Montevideo está llena de perros, grandes perros; y frondosos árboles.
Yo me fijo en los olores de la ciudad, de la gente, del aire, de las estaciones, de las plantas,... Por ejemplo, Groningen (Holanda) me huele a tabaco de liar; Torre del Mar, a tormenta de Agosto; y Buenos Aires, a carne asada lentamente. Hay otras ciudades que no puedo definir el olor, aunque es muy fácil reconocerlo cuando pongo el pie en ellas.
Montevideo huele a humedad y a lana, a mate y a carne. A garrapiñadas y palomitas. Pero no todos los olores son siempre así de agradables. Las lavanderías son un buen ejemplo de ello. Mucha gente no tiene lavadora en casa, por lo que la capital está llena de lavaderos pequeñitos con ventilación precaria. Siempre he asociado la lavadora al olor intenso del suavizante de melocotón y a las toallas esponjosas que te gritan "ven que te abrace". Pero no, los lavaderos de Montevideo, y por ende sus alrededores, no tienen ese olor. Solo con pasar por la puerta sientes como una "mano invisible" te introduce de un golpe la cabeza en un cesto de ropa sucia regado con jabón del malo.
Y Madrid?a que te huele?a mí a metro...:-S. Ese olor inconfundible d cuando entras al metro lo asocio siempre con Madrid.
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